Nueva tesis sobre el cuento
El final implica, antes que un corte, un cambio de
velocidad. Existen tiempos variables, momentos lentísimos, aceleraciones. En
esos movimientos de la temporalidad se juega la terminación de una historia.
Los finales son formas de hallarle sentido a la experiencia.
Pone en primer plano los problemas de la expectativa y nos enfrenta con la
presencia del que espera el relato. No es alguien externo a la historia, es una
figura que forma parte de la trama.
Hay un resto de la tradición oral en ese juego con un
interlocutor implícito; la situación de enunciación persiste cifrada y es el
final el que revela su existencia. En la silueta inestable de un oyente,
perdido y fuera de lugar en la fijeza de la escritura, se encierra el misterio
de la forma. No es el narrador oral el que persiste en el cuento sino la sombra
de aquel que lo escucha.
El arte de narrar para Borges gira sobre ese doble vínculo.
Oír un relato que se pueda escribir, escribir un relato que se pueda contar en
voz alta.
La presencia del que escucha el relato cambia en cada
relato pero no cambia su función: está ahí para asegurar que la historia
parezca al principio levemente incomprensible y como hecha de sobreentendidos y
de gestos invisibles y oscuros.
El relato se dirige a un interlocutor perplejo que va
siendo perversamente engañado y que termina perdido en una red de hechos
inciertos y de palabras ciegas. Su confusión decide la lógica íntima de la
ficción. Lo que comprende, en la revelación final, es que la historia que ha
intentado descifrar es falsa y que hay otra trama, silenciosa y secreta, que le
estaba destinada. El arte de narrar se funda en la lectura equivocada de los
signos. Como las artes adivinatorias, la narración descubre un mundo olvidado
en unas huellas que encierran el secreto del porvenir. El final hace ver un
sentido secreto que estaba cifrado.
Todas las historias del mundo se tejen con la trama de
nuestra propia vida. Lejanas, oscuras, son mundos paralelos, vidas posibles,
laboratorios donde se experimenta con las pasiones personales. Los relatos nos
enfrentan con la incomprensión y con el carácter inexorable del fin pero
también con la felicidad y con la luz pura de la forma
Cada narrador narra a su manera lo que ha visto ahí. Una
historia se puede contar de manera distinta, pero siempre hay un doble
movimiento, algo incomprensible que sucede y está oculto.
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