El ciclo de la vida


El ciclo de la vida

Aunque no veía desde hacía mucho tiempo, aún tenía el oído muy fino, podía reconocer a la perfección cuando mi manada se movía. Reconocía, aun sin ver, las direcciones que se tomaban, el viento seguía siendo mi fiel amigo al guiarme. Con él sabía para donde dirigirme, donde se encontraría la presa a la que daría de comer a mi manada, y hacia donde virar. Fue este mismo el que me trajo un vivo recuerdo de mi pasado. Aquel olor lo podría reconocer aun con la helada más fuerte. El olor de la muerte estaba cerca, aunque esta vez no venia de mi propio cuerpo.

Las correas apretaban mi escuálido cuerpo, tanto que ya no existía pelaje que me protegiera de cualquier clima, allí donde las correas se posaban solo se hallaba carne viva. La hambruna que estaba azotando a la aldea de mis opresores, tenia efectos atroces a los nuestros, algunos de nosotros los perdimos en el camino, aquellos que fueron los mas débiles, se terminaron convirtiendo en comida. En mi caso me negaba a aquello, me negaba a mostrarme débil, así este sangrando, me negaba a que mi destino este en manos de aquellos que nos oprimieron, a mí y a mi manada. Cada que alguno de ellos se me acercaba, así sea apenas unos metros mis colmillos salían a relucir, casi no había carne en mis huesos, por lo que la imagen era aun mas aterradora.

Aquel trineo que éramos obligados a llevar, le pertenecía al que había sido el jefe de la tribu, sus mejores épocas ya habían pasado, pero la mano aun le pesaba cuando el látigo sobre nosotros regia. Aún recuerdo el calor sofocante de aquella tarde, este fue tal, que por un momento trastabille, mientras trasladábamos aquel trineo. Fueron tan solo unos segundos que bastaron para que el anciano se desviara unos metros. El trineo se detuvo por completo, haciendo que mis pares me vieran con pena, sabían lo que se aproximaba, sabía que era lo que me iba a pasar. Cuando sentí que me desato de aquel infierno, atine a ponerme frente a él, jamás le daría el gusto de atacarme por la espalda de nuevo. Sin embargo, el viejo ya había apuntado su látigo hacia mi dirección, lo que hizo que este terminara sobre mis ojos, allí fue cuando perdí mi vista. Aun así, pude ser más rápido, y antes de que me propinara otro golpe escape, no tenia las energías suficientes como para poder ganar aquella pelea. Allí el viento me volvió a guiar, como lo hacia cuando apenas era un crio.

Como lo supo hacer en aquel entonces me volvió a guiar, toda la manada se movía hacia la misma dirección, una que sin que ellos sepan, había esperado hace tiempo. El olor que nos estaba movilizando, hizo sacar mis instintos de cazador que seguían intactos. No importaba la helada que se avecinaba mis colmillos salieron a relucir, hacia tiempo que no estaba tan hambriento. Me detuve en el punto exacto que necesitaba, todos lo habían hecho, el olor a fuego nos había hecho detenernos. No podía ver, pero mi olfato no me engañaba, aun podía reconocer el aroma de aquel viejo.

Ya no quedaba nada de él, apenas podía escuchar su débil respiración. La muerte lo estaba acechando, el ya no se podía resistir, había que acatar la ley de la vida.


Post a Comment